Los cursos de nuestros saberes | 2do número del Bloguetín de Trabajadores de la Edición

                              Oswaldo Barrera Franco Trabajadores de la Edición

Relatoría de cursos TE

Cuando a principios de 2020 la aparición de un nuevo virus era apenas un lejano rumor, al menos en lo que a México se refiere, Trabajadores de la Edición dio inicio a su primera actividad de divulgación externa, dirigida a un público no profesional e interesado en aprender las particularidades del quehacer editorial, como parte de una estrategia para fomentar la lectura, así como para atraer a nuevos lectores y amantes de los libros.

Para ello, en diciembre de 2019 se lanzó la convocatoria para el curso Introducción al Mundo Editorial, propuesto y coordinado por Miguel Ángel Guzmán, de Centro Editorial Versal, cuyo alcance fue ampliamente rebasado. El temario propuesto (que incluía, junto con una introducción sobre el mundo del libro, temas como producción editorial, profesionales de la labor editorial, distribución y comercialización, fundamentos de tipografía, derechos de autor y fomento a la lectura), el atractivo grupo de coordinadores que lo impartiría (además de Miguel Ángel Guzmán, Arturo Ahmed, Camilo Ayala, Cristóbal Henestrosa, César G. Romero y Alejandro Zenker,), así como el bajo costo de recuperación dieron como resultado una respuesta mayor que la esperada y, en pocos días, el cupo máximo se cubrió con creces, lo que llevaría a organizar un segundo curso más adelante ante la fuerte demanda.

Eran otros tiempos, aunque apenas transcurriera poco más de un año desde entonces. El curso, que comenzó el 20 de enero, tenía una duración de seis semanas, con clases presenciales de cuatro horas. El salón que se adaptó en las instalaciones de Solar Servicios Editoriales, ofrecido por Alejandro Zenker, apenas resultaba suficiente para los casi 30 alumnos que acudían cada lunes. Sí, eran otros tiempos, sin temor a virus alguno, y ello se notaba en los alumnos, quienes, ante las provocaciones de los coordinadores, participaban con muy buen ánimo.

Las semanas pasaron muy rápido y así, mientras el resto del mundo comenzaba a ver con preocupación el incremento de contagios por Covid-19, el primer curso Introducción al Mundo Editorial terminó en tiempo y forma, con una buena evaluación por parte de los alumnos en cuanto a la labor de los coordinadores, quienes no cobraron un solo peso por su tiempo y conocimientos. Tras esta muy positiva experiencia, el 25 de febrero comenzó el siguiente curso, que, al igual que el primero, estaba programado para durar seis semanas, con clases de cuatro horas cada martes.

Como un dato para tomar en cuenta, nos habíamos percatado de que el nuevo grupo contaba en sus filas no sólo con gente neófita en el ámbito editorial. Sin proponérnoslo, teníamos en las sesiones a colegas editores y correctores, cuyas participaciones comenzaban a destacar y que, tal vez por cuestiones económicas, pero también por el temario y la calidad de los coordinadores, se habían inscrito a un curso que no había sido pensado para ellos.

Aun así, las clases continuaron sin contratiempos hasta que, a falta de un par de sesiones, finalmente el destino nos dio alcance. Frente a un panorama incierto, en el que las noticias sobre la ya declarada pandemia cada vez eran más alarmantes, dudábamos entre cubrir las sesiones faltantes de forma presencial o, como lo hacían varias instituciones académicas, cerrar por el momento y mandar tanto a alumnos como a profesores a guardarse para evitar contagios. Se impuso, como era de esperarse, el cuidado de la salud y decidimos postergar las clases. Con optimismo, pero también con cierta inquietud, esperábamos que pronto hubiera mejores condiciones para reanudar el curso tal como se había llevado hasta entonces.

Las semanas pasaron, con todo y el incremento de calor que parecía ir a la par que la curva de contagios, hasta que en mayo llegó el primer pico de la pandemia. Había mucha incertidumbre a pesar de algunas proyecciones alentadoras, y para ese momento no sólo el segundo curso Introducción al Mundo Editorial estaba en vilo, sino que el inicio del curso Fundamentos de Ortografía, Redacción y Cuidado de la Edición, que debía haber comenzado en abril, tuvo que aplazarse. Por conveniencia, queríamos que fuera presencial, en cuanto el semáforo epidemiológico lo permitiera y cambiara de rojo a naranja, luego a amarillo y, finalmente, al ansiado verde con el que las actividades académicas en las aulas volverían a la normalidad. Pero la pandemia tenía otros planes.

Mientras tanto, y a pesar del panorama, comenzamos a organizar los cursos para que se llevaran a cabo de forma remota. Aunque la tecnología para este fin ya estaba a la mano desde hacía tiempo, varios de los coordinadores aún no teníamos la suficiente experiencia en cuanto a su uso y posibilidades, por lo que fue necesario empaparnos de ella con ayuda de otros miembros de Trabajadores de la Edición.

En varias sesiones de prueba, poco a poco, nos fuimos familiarizando con las conexiones y herramientas que ofrecía la plataforma de Zoom, y, a su vez, adecuamos los temarios para un mayor número de sesiones, pero de menor duración (alrededor de un par de horas cada una). Sin embargo, ignorábamos si los alumnos interesados en los cursos estarían de acuerdo con este nuevo formato o si los coordinadores del segundo curso se encontrarían disponibles para las clases que faltaban. Sólo había una forma de saberlo.

Después de varias semanas de confirmaciones y postergaciones, y ante la necesidad de terminar el segundo curso Introducción al Mundo Editorial, dimos inicio a las sesiones remotas por Zoom. Estábamos ante una experiencia docente nueva, con retos y dificultades distintas a los que uno enfrenta cuando tiene a los alumnos cara a cara, sin una pantalla de por medio. Más que enseñar, era hora de aprender cómo sortear la ruta que las nuevas condiciones debidas a la pandemia nos habían impuesto.

Y esa ruta estaba llena de escollos, que aparecieron muy pronto, incluso antes de aventurarnos en ella.